2018 - La increíble historia de Mercurio, el planeta huérfano y menguante

La misión BepiColombo, de la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA), será la tercera en enviar una sonda al planeta Mercurio, después de las misiones Mariner 10 y MESSENGER. Su lanzamiento ha sido el pistoletazo de salida para un viaje que explorará el planeta rocoso menos explorado del Sistema Solar. Tras un viaje de más de siete años, dos sondas, una japonesa y una europea, se encontrarán con lugar repleto de misterios.
Mercurio es un planeta arrasado por el viento solar, en el que se pueden encontrar zonas mucho más calientes que un horno, a 450ºC, y otros lugares en sombra cuya temperatura baja hasta los -180ºC. Además, como es un mundo pequeño, su interior se ha enfriado y no tiene placas tectónicas que se muevan. Por eso, su superficie es vieja y está marcada por las cicatrices dejadas por infinidad de meteoritos, cosa que también ocurre en la Luna, por ejemplo.
Se trata de un planeta peculiar porque su plano de órbita está desviado casi cinco grados del plano de órbita de los demás planetas (la eclíptica), y porque gira muy rápido alrededor del Sol. Sus años, el tiempo que tarda el planeta en completar una vuelta alrededor del Sol, apenas duran 88 días terrestres. Sin embargo, sus días son muy largos: cada uno dura 59 días terrestres.

Superficie de Mercurio, coloreada para resaltar la topografía - NASA



Un planeta menguante

Pero, aparte de esto, Mercurio es un gran símbolo de interrogación en nuestros mapas del Sistema Solar. Allí ocurren cosas extrañas que desafían lo que sabemos sobre los planetas. Por ejemplo, el 80% de su volumen está ocupado por su núcleo, mientras que en la Tierra esta parte solo constituye el 15%. Esto hace sospechar que en el pasado Mercurio sufrió un terrible impacto o algún otro cataclismo que le robó la parte externa de su superficie.

Interior de Mercurio, mayoritariamente ocupado por su núcleo - ESA




Además, se ha descubierto que el enfriamiento de su interior ha hecho que el planeta reduzca su radio en siete kilómetros desde su formación, por lo que se puede decir que está menguando. Este proceso también creó inmensos acantilados (llamados rupes), de cientos de kikómetros de largo y miles de metros de altura.
En Mercurio también se han descubierto «hoyos», unas depresiones superficiales e irregulares formadas en tiempos recientes y detectadas por la MESSENGER, y cuyo origen es desconocido. Todo apunta, sin embargo, a que de alguna forma los materiales de la superficie se están perdiendo en algunas zonas, quizás a causa de la volatilización de minerales.
Otro fenómeno intrigante es el de por qué Mercurio tiene un campo magnético, y por qué este se ha desviado 400 kilómetros de su centro. Además esto indica que su núcleo no está frío ni muerto, como se pensaba hasta los años setenta, sino que en parte sigue en estado líquido y moviéndose, funcionando como una dinamo capaz de generar su campo magnético.
Los científicos también están intrigados por las huellas de materia orgánica y hielo de agua, que la MESSENGER detectó en la segunda década de nuestro siglo en algunos cráteres en sombra del polo norte mercurial. También sorprende la presencia de una tenue atmósfera, la llamada exosfera, en un mundo tan castigado por el Sol.
En otras zonas, se han observado indicios de actividad química, de naturaleza desconocida, que generan depósitos azulados.

El planeta huérfano

Por si todo esto fuera poco, hay indicios serios de que este planeta pudo formarse en una parte más lejana del Sistema Solar, más allá de Marte, y que, por algún motivo, fue expulsado de allí y acabó atrapado bajo el abrazo mortífero del Sol. Uno de los indicios es la liberación de cantidades altas de materiales volátiles en la superficie, mayores de las que se esperarían en un planeta formado cerca del Sol.


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